Barroco en Canarias
Barroco
En Canarias, la cultura artística del Barroco abarca desde mediados del siglo XVII hasta finales del siglo XVIII. Es el primer estilo que arraiga plenamente en las Islas. Ya no cabe hablar de una implantación relativa; se manifestó en todas las artes, contando con una aportación importante de los creadores canarios, pues fue entonces cuando se formaron en los núcleos urbanos de las islas los primeros talleres que abastecían de cuadros e imágenes a las iglesias, conventos y mansiones señoriales. Lo cual no quiere decir que se dejasen de importar obras de los talleres genoveses y sevillanos; aunque se interrumpiera la importación de tallas flamencas, ya que la presencia de éstas en las islas, especialmente en La Palma, tenía que ver con un fenómeno comercial, el de la caña de azúcar, y cuando dicho monocultivo fue reemplazado por el del vino, todo el tráfico comercial de las islas se desvió a Inglaterra.
La segunda mitad del siglo XVII en Canarias estuvo marcada por las secuelas de una gran crisis económica, de la que se hacía eco Viera y Clavijo, señalando el hecho de que todos los grandes conventos fuesen fundados antes de 1640. Sin embargo los talleres canarios desde entonces hasta finales del siglo XVIII no dejaron de producir piezas de arte sacro para los conventos, ermitas y parroquias de las islas.
Durante el siglo XVII se configura el modelo de la arquitectura tradicional canario, tanto en la tipología civil (la casa) como en la religiosa (la iglesia, la ermita y el convento). El uso de la madera en las ventanas exteriores, en las balaustradas de los patios interiores y en los artesonados de los salones y en los suelos infunde personalidad a estas creaciones anónimas de nuestra arquitectura. La tradición artesanal de la carpintería proclama su origen mudéjar, proveniente de la Baja Andalucía, en tanto que ciertas soluciones arquitectónicas apuntan a un origen portugués.
En la pintura surgen los primeros maestros canarios, como el orotavense Gaspar de Quevedo, nacido en 1616. Entre los siglos XVII y XVIII trabajaron Cristóbal Hernández de Quintana (1651-1725), en Tenerife, y Bernardo Manuel de Silva (1655-1721), en La Palma, quien también cultivó la imaginería religiosa. Y a finales de dicha centuria hay que destacar la labor del grancanario Juan de Miranda (1723-1805).
En el estilo barroco también se expresó el más grande escultor que ha dado Canarias durante el Antiguo Régimen, el imaginero José Luján Pérez (1756-1815), creador en sus imágenes marianas de un modelo de rotunda y deslumbrante belleza, véase la Dolorosa de la Catedral de Las Palmas, que la devoción popular asocia con la fisonomía de la mujer canaria. Las obras que proyectó como arquitecto evidencian su filiación a la estética neoclásica, por ejemplo, sus intervenciones en la catedral de Las Palmas.
[Cristo de Luján Pérez, Catedral de Las Palmas.]
Durante los siglos XVII y XVIII florecieron también las labores de orfebrería. La plata traída de América se repujaba en los talleres canarios, sobresaliendo la calidad de las piezas elaboradas por los orfebres laguneros. Asimismo floreció el arte del retablo: esas portentosas fábricas de madera dorada que decoran suntuosamente los interiores de los templos de las islas.
Los mejores frutos artísticos llegaron en la segunda mitad del siglo XVIII. El modelo de vivienda aristocrática alcanzó entonces su máximo esplendor (véase la denominada Casa de los Balcones, de la Orotava). Esta tipología se caracteriza por el brillante desarrollo de las fachadas -de tres plantas, con un balcón corrido en el granero-, y por la amplitud y nobleza de los patios interiores -con corredores sustentados por columnas, que podían ser de piedra o de madera, y balaustradas de madera talladas con maestría y primor- De uno de los costados del patio partía la escalera de madera que conducía al salón noble de la casa, cuyas ventanas, dotadas de asientos, daban a la fachada principal del edificio.
En las últimas décadas del siglo XVIII, la penetración de las ideas ilustradas procedentes de Europa supuso una modernización «externa» de la casa tradicional canaria, que perdió algo de su aire señorial y rústico para vestirse con la apariencia decorosa de la edificación urbana. Las referencias neoclásicas, que se manifiestan en la regularización de los vanos, en el uso discreto de frontones y, sobre todo, en la tendencia a tapar los aleros de los tejados, constituyen modificaciones estilísticas que no afectan a la estructura interna de la vivienda. Es tan sólo un cambio de piel.
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